sábado, 20 de diciembre de 2008

Editorial de la revista El Mundo de Tu Bebé nº 190

El embarazo es básicamente un tiempo de espera. Por lo tanto, es un periodo para no empezar casi nada: no iniciar proyectos, no enfrentar desafíos, no imponerse retors ni atravesar grandes dificultades. Es permanecer en estado de meditación, aun cuando continuamos de alguna manera con nuestras tareas habituales. A las mujeres modernas nos puede resultar arduo desacelerar el ritmo de nuestros movimientos, así como reducir los pensamientos a su mínima expresión. El embarazo es un tiempo de reposo espiritual, y como tal, es una oportunidad para abordar el otro lado del “sí mismo”. Sólo en cierto estado de contemplación es posible percibir los sonidos del silencio. Y alcanzando el silencio interior, el niño en gestación puede absorber toda la energía concentrada y usarla para su desarrollo.

Mientras el niño activamente crece, necesita que la madre tranquilamente se detenga. Por el contrario, si la madre despliega una actividad física o emocional muy enérgica, el niño ser verá obligado a replegarse y esperar que la agitación se calme. Madre y niño dependemos alternadamente de nuestros movimientos. Uno se mueve mientras el otro está en reposo y viceversa. Si pensamos que el embarazo es como un vals, admitiremos sin tanta culpa que corresponde demorar nuestros estímulos a favor de un impulso vital que está a punto de florecer.

Laura Gutman

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